¿Hacia el carepalismo?


Estoy molesto por diversos hechos acaecidos recientemente que hacen manifiesto el doble estándar en las conductas y los dichos de gran parte de nuestros personajes públicos. Si bien la incoherencia y las contradicciones, pienso que son algo inherente a nuestra naturaleza: es propio de los seres humanos equivocarse, errar, pedir perdón, mentir, cambiar de opinión, contradecirse. Es también propio de los humanos reconocer los errores y las metidas de pata, los daños infligidos a otros e incluso los autodaños, pero principalmente la capacidad para diferenciar entre lo que está bien y lo que está mal, entre lo correcto y lo incorrecto, entre lo que nos daña y lo que nos beneficia. No obstante aunque las valoraciones puedan diferir frente a situaciones y casos concretos, lo que se puede y "debe" esperar es que las personas evaluen de forma similar: en situaciones parecidas o análogas a lo largo del tiempo; cuando algo me involucra o cuando no me afecta; cuando me juzgo a mí mismo o cuando juzgo a otros; y por último, en los diferentes ámbitos de nuestra existencia. El discurso, tan difundido en ciertos espacios como la academia, la política, el mundo empresarial o el mundo militar, respecto a la existencia de lógicas propias de cada uno de esos espacios o campos, si bien parece ser válido en términos de una moralidad propia de ese campo, no la exime de los criterios antes planteados y expresados en el principio básico establecido en la norma universal: "no hagas a otro lo que no deseas que te hagan a ti". Creo que mucho del profundo malestar existente en gran parte de la ciudadanía tiene que ver con esto. Debido a la mayor transparencia de las instituciones, la visibilidad casi inmediata de los sucesos acaecidos cuando son motivo de escándalo, la desaparición de tabúes y moralinas del pasado, y la difusión instantánea que hacen posible las redes sociales incluso del más insignificante suceso; pero además, esa otra característica tan específicamente humana: nuestra innata tendencia a juzgar a otros y a buscarle sus caídas y defectos para sentirnos así moralmente superiores. Todo eso obliga a quienes deseen tener figuración pública o a quienes deseen impulsar campañas o movilizaciones en pos de algo, a exigirse mayores niveles de coherencia, para no desacreditarse a sí mismos y/o para no desacreditar las ideas que se impulsa. Salvo que todo lo que he aquí expuesto esté absolutamente equivocado y hayamos ya entrado en el mundo del "carepalismo", de que hay personajes cara dura cierto que los hay, pero espero que sea aún solo excepcionalmente.

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