Sé que entre mis amigos muchos son creyentes y también otros son agnósticos, sin
embargo considero de tal relevancia y valía, las principios enunciados por el
papa Francisco en la reciente exhortación evangélica Evangelii
Gaudium, para ayudarnos a discernir las contradicciones y diversas crisis
que actualmente enfrentamos, que me he atrevido a transcribirlos (las negritas
son mías) y compartir así la sabiduría aquí contenida.
Parte III de la exhortación
evangélica de Francisco I Evangelii Gaudium subtitulada El bien
común y la paz social
III El bien común y la paz social
217.
Hemos hablado mucho sobre la alegría y sobre el amor, pero la
Palabra de Dios menciona también el fruto de la paz (cf. Ga 5,22).
218.
La paz social no puede
entenderse como un irenismo o como una mera ausencia de violencia lograda por
la imposición de un sector sobre los otros. También sería una falsa paz aquella que sirva como excusa para
justificar una organización social que silencie o tranquilice a los más pobres,
de manera que aquellos que gozan de los mayores beneficios puedan sostener su
estilo de vida sin sobresaltos mientras los demás sobreviven como pueden.
Las reivindicaciones sociales, que tienen que ver con la distribución del
ingreso, la inclusión social de los pobres y los derechos humanos, no pueden
ser sofocadas con el pretexto de construir un consenso de escritorio o una
efímera paz para una minoría feliz. La
dignidad de la persona humana y el bien común están por encima de la
tranquilidad de algunos que no quieren renunciar a sus privilegios. Cuando estos valores se ven afectados, es
necesaria una voz profética.
219.
La paz tampoco « se reduce
a una ausencia de guerra, fruto del equilibrio siempre precario de las fuerzas.
La paz se construye día a día, en la
instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más
perfecta entre los hombres ».179
En definitiva, una paz que no surja como fruto del
desarrollo integral de todos, tampoco tendrá futuro y siempre será semilla de
nuevos conflictos y de variadas formas de violencia.
179 Pablo VI , Carta enc. Populorum Progressio (26
marzo 1967), 76: AAS 59 (1967), 294-295.
220.
En cada nación, los
habitantes desarrollan la dimensión social de sus vidas configurándose como
ciudadanos responsables en el seno de un pueblo, no como masa arrastrada por
las fuerzas dominantes. Recordemos que « el ser ciudadano fiel es una virtud y
la participación en la vida política es una obligación moral ».180 Pero convertirse en pueblo es
todavía más, y requiere un proceso constante en el cual cada nueva generación
se ve involucrada. Es un trabajo lento y
arduo que exige querer integrarse y aprender a hacerlo hasta desarrollar una
cultura del encuentro en una pluriforme armonía.
180 United States Conference of Catholic Bishops, Carta pastoral Forming
Consciences for Faithful Citizenship (2007), 13.
221.
Para avanzar en esta construcción de un pueblo en paz,
justicia y fraternidad, hay cuatro principios relacionados con tensiones
bipolares propias de toda realidad social. Brotan de los grandes postulados de la Doctrina Social de
la Iglesia ,
los cuales constituyen « el primer y fundamental parámetro de referencia para
la interpretación y la valoración de los fenómenos sociales ».181 A la luz de
ellos, quiero proponer ahora estos cuatro principios que orientan
específicamente el desarrollo de la convivencia social y la construcción de un
pueblo donde las diferencias se armonicen en un proyecto común. Lo hago con la
convicción de que su aplicación puede ser un genuino camino hacia la paz dentro
de cada nación y en el mundo entero.
181 Pontificio Consejo «
Justicia y Paz », Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia , 161.
El tiempo es superior al espacio
222.
Hay una tensión bipolar
entre la plenitud y el límite. La plenitud provoca la voluntad de poseerlo
todo, y el límite es la pared que se nos pone delante. El « tiempo »,
ampliamente considerado, hace referencia a la plenitud como expresión del
horizonte que se nos abre, y el momento es expresión del límite que se vive en
un espacio acotado. Los ciudadanos viven en tensión entre la coyuntura del
momento y la luz del tiempo, del horizonte mayor, de la utopía que nos abre al
futuro como causa final que atrae. De aquí surge un primer principio para
avanzar en la construcción de un pueblo: el tiempo es superior al espacio.
223.
Este principio permite trabajar a largo plazo, sin obsesionarse
por resultados inmediatos. Ayuda a soportar con paciencia situaciones
difíciles y adversas, o los cambios de planes que impone el dinamismo de la
realidad. Es una invitación a asumir la tensión entre plenitud y límite,
otorgando prioridad al tiempo. Uno de
los pecados que a veces se advierten en la actividad sociopolítica consiste en
privilegiar los espacios de poder en lugar de los tiempos de los procesos.
Darle prioridad al espacio lleva a enloquecerse para tener todo resuelto en el
presente, para intentar tomar posesión de todos los espacios de poder y
autoafirmación. Es cristalizar los procesos y pretender detenerlos. Darle prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar
procesos más que de poseer espacios. El tiempo rige los espacios, los
ilumina y los transforma en eslabones de una cadena en constante crecimiento,
sin caminos de retorno. Se trata de privilegiar las acciones que generan
dinamismos nuevos en la sociedad e involucran a otras personas y grupos que las
desarrollarán, hasta que fructifiquen en importantes acontecimientos
históricos. Nada de ansiedad, pero sí
convicciones claras y tenacidad.
224.
A veces me pregunto quiénes
son los que en el mundo actual se preocupan realmente por generar procesos que
construyan pueblo, más que por obtener resultados inmediatos que producen un
rédito político fácil, rápido y efímero, pero que no construyen la plenitud
humana. La historia los juzgará quizás con aquel criterio que enunciaba Romano
Guardini: « El único patrón para valorar
con acierto una época es preguntar hasta qué punto se desarrolla en ella y
alcanza una auténtica razón de ser la plenitud de la existencia humana,
de acuerdo con el carácter peculiar y las posibilidades de dicha época ».182
182 Das Ende der Neuzeit, Würzburg 91965, 30-31.
225.
Este criterio también es
muy propio de la evangelización, que requiere tener presente el horizonte,
asumir los procesos posibles y el camino largo. El Señor mismo en su vida
mortal dio a entender muchas veces a sus discípulos que había cosas que no
podían comprender todavía y que era necesario esperar al Espíritu Santo (cf. Jn
16,12-13). La parábola del trigo y la cizaña (cf. Mt 13,24-30)
grafica un aspecto importante de la evangelización que consiste en mostrar cómo
el enemigo puede ocupar el espacio del
Reino y causar daño con la cizaña, pero es vencido por la bondad del trigo que
se manifiesta con el tiempo.
La unidad prevalece sobre el conflicto
226.
El conflicto no puede ser ignorado o disimulado. Ha de
ser asumido. Pero si quedamos
atrapados en él, perdemos perspectivas, los horizontes se limitan y la realidad
misma queda fragmentada. Cuando nos detenemos en la coyuntura conflictiva,
perdemos el sentido de la unidad profunda de la realidad.
227.
Ante el conflicto, algunos
simplemente lo miran y siguen adelante como si nada pasara, se lavan las manos
para poder continuar con su vida. Otros entran de tal manera en el conflicto
que quedan prisioneros, pierden horizontes, proyectan en las instituciones las
propias confusiones e insatisfacciones y así la unidad se vuelve imposible.
Pero hay una tercera manera, la más
adecuada, de situarse ante el conflicto. Es aceptar sufrir el conflicto,
resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso. « ¡Felices los
que trabajan por la paz! » (Mt 5,9).
228.
De este modo, se hace
posible desarrollar una comunión en las diferencias, que sólo pueden facilitar
esas grandes personas que se animan a ir más allá de la superficie conflictiva
y miran a los demás en su dignidad más profunda. Por eso hace falta postular un principio que es indispensable para
construir la amistad social: la unidad es superior al conflicto. La
solidaridad, entendida en su sentido más hondo y desafiante, se convierte así
en un modo de hacer la historia, en un ámbito viviente donde los conflictos, las tensiones y los
opuestos pueden alcanzar una unidad pluriforme que engendra nueva vida. No
es apostar por un sincretismo ni por la absorción de uno en el otro, sino por
la resolución en un plano superior que conserva en sí las virtualidades
valiosas de las polaridades en pugna.
229.
Este criterio evangélico
nos recuerda que Cristo ha unificado todo en sí: cielo y tierra, Dios y hombre,
tiempo y eternidad, carne y espíritu, persona y sociedad. La señal de esta
unidad y reconciliación de todo en sí es la paz. Cristo « es nuestra paz » (Ef
2,14). El anuncio evangélico comienza siempre con el saludo de paz, y la
paz corona y cohesiona en cada momento las relaciones entre los discípulos. La
paz es posible porque el Señor ha vencido al mundo y a su conflictividad
permanente « haciendo la paz mediante la sangre de su cruz » (Col 1,20).
Pero si vamos al fondo de estos textos bíblicos, tenemos que llegar a descubrir
que el primer ámbito donde estamos
llamados a lograr esta pacificación en las diferencias es la propia
interioridad, la propia vida siempre amenazada por la dispersión
dialéctica.183 Con corazones rotos en
miles de fragmentos será difícil construir una auténtica paz social.
183 Cf. I. Quiles, S.I., Filosofía
de la educación personalista, Buenos Aires 1981, 46-53.
230.
El anuncio de paz no es el
de una paz negociada, sino la convicción de que la unidad del Espíritu armoniza
todas las diversidades. Supera cualquier conflicto en una nueva y prometedora
síntesis. La diversidad es bella cuando
acepta entrar constantemente en un proceso de reconciliación, hasta sellar una
especie de pacto cultural que haga emerger una « diversidad reconciliada »,
como bien enseñaron los Obispos del Congo: « La diversidad de nuestras etnias
es una riqueza [...] Sólo con la unidad, con la conversión de los corazones y
con la reconciliación podremos hacer avanzar nuestro país ».184
184
Comité permanent de la
Conférence Episcopale Nationale du Congo, Message sur la
situation sécuritaire dans le pays (5 diciembre 2012), 11.
La realidad es más importante que la idea
231.
Existe también una tensión
bipolar entre la idea y la realidad. La realidad simplemente es, la idea se
elabora. Entre las dos se debe instaurar un diálogo constante, evitando que la
idea termine separándose de la realidad. Es peligroso vivir en el reino de la
sola palabra, de la imagen, del sofisma. De ahí que haya que postular un tercer
principio: la realidad es superior a la idea. Esto supone evitar diversas formas de ocultar la realidad: los purismos angélicos,
los totalitarismos de lo relativo, los nominalismos declaracionistas, los
proyectos más formales que reales, los fundamentalismos ahistóricos, los
eticismos sin bondad, los intelectualismos sin sabiduría.
232.
La idea —las elaboraciones conceptuales— está en
función de la captación, la comprensión y la conducción de la realidad. La idea
desconectada de la realidad origina idealismos y nominalismos ineficaces, que a
lo sumo clasifican o definen, pero no convocan. Lo que convoca es la realidad
iluminada por el razonamiento. Hay
que pasar del nominalismo formal a la objetividad armoniosa. De otro modo, se
manipula la verdad, así como se suplanta la gimnasia por la cosmética.185 Hay políticos —e incluso dirigentes
religiosos— que se preguntan por qué el pueblo no los comprende y no los sigue,
si sus propuestas son tan lógicas y claras. Posiblemente sea por que se
instalaron en el reino de la pura idea y redujeron la política o la fe a la
retórica. Otros olvidaron la sencillez e importaron desde fuera una
racionalidad ajena a la gente.
185 Cf. Platón, Gorgias,
465.
233.
La realidad es superior a
la idea. Este criterio hace a la encarnación de la Palabra y a su puesta en
práctica: « En esto conoceréis el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa
que Jesucristo ha venido en carne es de Dios »
(1
Jn 4,2). El criterio de realidad, de una Palabra ya encarnada y siempre
buscando encarnarse, es esencial a la evangelización. Nos lleva, por un lado, a
valorar la historia de la
Iglesia como historia de salvación, a recordar a nuestros
santos que inculturaron el Evangelio en la vida de nuestros pueblos, a recoger
la rica tradición bimilenaria de la
Iglesia , sin pretender elaborar un pensamiento desconectado
de ese tesoro, como si quisiéramos inventar el Evangelio. Por otro lado, este
criterio nos impulsa a poner en práctica la Palabra , a realizar obras de justicia y caridad
en las que esa Palabra sea fecunda. No
poner en práctica, no llevar a la realidad la Palabra , es edificar sobre
arena, permanecer en la pura idea y degenerar en intimismos y gnosticismos que
no dan fruto, que esterilizan su dinamismo.
El todo es superior a la parte
234.
Entre la globalización y la
localización también se produce una tensión. Hace falta prestar atención a lo global para no caer en una mezquindad
cotidiana. Al mismo tiempo, no conviene perder de vista lo local, que nos hace
caminar con los pies sobre la tierra. Las dos cosas unidas impiden caer en
alguno de estos dos extremos: uno, que los ciudadanos vivan en un universalismo
abstracto y globalizante, miméticos pasajeros del furgón de cola, admirando los
fuegos artificiales del mundo, que es de otros, con la boca abierta y aplausos
programados; otro, que se conviertan en un museo folklórico de ermitaños
localistas, condenados a repetir siempre lo mismo, incapaces de dejarse interpelar por el diferente y de
valorar la belleza que Dios derrama
fuera de sus límites.
235.
El todo es más que la
parte, y también es más que la mera suma de ellas. Entonces, no hay que
obsesionarse demasiado por cuestiones limitadas y particulares. Siempre hay que ampliar la mirada para
reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos. Pero hay que hacerlo sin
evadirse, sin desarraigos. Es necesario hundir las raíces en la tierra fértil y
en la historia del propio lugar, que es un don de Dios. Se trabaja en lo pequeño, en lo cercano,
pero con una perspectiva más amplia. Del mismo modo, una persona que
conserva su peculiaridad personal y no esconde su identidad, cuando integra
cordialmente una comunidad, no se anula sino que recibe siempre nuevos
estímulos para su propio desarrollo. No es ni la esfera global que anula ni la
parcialidad aislada que esteriliza.
236.
El
modelo no es la esfera, que no es superior a las partes, donde cada punto es
equidistante del centro y no hay diferencias entre unos y otros. El modelo es el poliedro, que refleja la
confluencia de todas las parcialidades que en él conservan su originalidad.
Tanto la acción pastoral como la acción política procuran recoger en ese
poliedro lo mejor de cada uno. Allí
entran los pobres con su cultura, sus proyectos y sus propias potencialidades.
Aun las personas que puedan ser cuestionadas por sus errores, tienen algo que
aportar que no debe perderse. Es la conjunción de los pueblos que, en el orden
universal, conservan su propia peculiaridad; es la totalidad de las personas en
una sociedad que busca un bien común que verdaderamente incorpora a todos.
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