La emergencia del "papagayismo" político y de la voluntad de poder.
Papagayo: ave del orden de las psitaciformes…; pez marino del orden de los acantopterigios…; planta herbácea anual, de la familia de las amarantáceas…; planta vivaz de la familia de las aráceas… (Diccionario de la RAE).

Una de las cuestiones que más me ha llamado la atención y que me preocupa a raíz del proceso electoral recientemente vivido, es la emergencia de una categoría de actores políticos que han obtenido casi todos ellos un notable éxito electoral. Es un tipo de personajes que podríamos denominar como papagayos. Sin desmerecer sus evidentes logros electorales ni sus inteligencias y capacidades, se caracterizan por exhibir una tendencia a la repetición, reiteración y reverberancia que me hace pensar en los cuadros de Escher.

Repiten consignas, habitualmente no más allá de tres o cuatro, en forma reiterada a una velocidad sorprendente cual si tuvieran muy clara conciencia del costo del minuto de pantalla televisiva. No se distraen del libreto aprendido, posiblemente trabajado durante largas horas previas, aunque se les pregunte de otra cosa. Se parecen mucho a ese alumno de una escuela de derecho - personaje repetido en muchas historias académicas - que interrogado respecto al origen del derecho romano, termina vinculando a los romanos con los fenicios y hablando sobre los fenicios que era aquello de lo cual sabía.

Lo preocupante es que posiblemente tengamos ya ante la vista lo que será el político del futuro, un personaje híbrido, que termina siendo un coctel de atributos que caracterizaron a los políticos exitosos del pasado con rasgos propios de los personajes de la pantalla, conforme lo determinen los people meters del momento. Que sobresimplifican los problemas de la política reduciéndolos a cuestiones que parecen tremendamente fáciles de resolver y que los hacen parecer como que su solución dependiera casi exclusivamente de la capacidad personal propia, olvidando así todas las mediaciones que hay entre la voluntad y los deseos personales por hacer las cosas bien -que no lo dudo que los haya-, y las posibilidades que se presentan efectivamente en la realidad.

Hay algo que le escuché decir a Pablo Longueira anoche que me parece muy válido y que deberían escuchar atentamente nuestros políticos concertacionistas, que aún siguen creyendo que ésta es una coalición de centro izquierda; "los resultados de las encuestas electorales están para cambiarlos".

Gran parte, sino la totalidad de estos papagayos son del tipo de personajes políticos que siguen la línea marcada por Longueira. Está de moda en razón del Bicentenario preguntarnos por cómo somos los chilenos. Pues bien, un atributo muy propio del carácter chileno es echarle pa'delante frente a las adversidades. Nuestros papagayus chilensis están emparentados con nuestra tradición cultural, de la cual nuestra centro izquierda se ha ido desvinculando, influida demasiado por la ingeniería electoral y excesos de sociologismos postmodernos que terminaron confundiendo todo con todo, mezclándonos y revolviéndonos, y bien sabemos que a río revuelto ganancia de pescadores.

La izquierda se construyó históricamente desde la contrahegemonía, de menos a más, desde minorías que no aceptaban lo establecido, lo instituido. Luchando desde esa condición desempoderada hasta constituirse en un poder político y social real en casi todo el mundo. La gran lección que nos ha dado la derecha de este país es que ha sido capaz de reconstruirse después de grandes derrotas a lo largo de nuestra historia republicana. En los años sesenta cuando terminaron disolviéndose en y tras la marea freista los partidos liberal y conservador. En los años noventa tras la derrota en el plebiscito y el triunfo electoral de la Concertación nuevamente fueron capaces, incluso a pesar de la vergüenza de haber sido pinochetistas, de reconstruirse.

¿No será ya la hora de que cambiemos el disco? ¿De que repensemos la coalición llamada Concertación Democrática? ¿De que entre tanta mezcolanza, pastiche y fotocopia y disputas por el centro político recuperemos nuestra identidad de fuerzas progresistas? Fuerzas que luchan por una mayor y real justicia social, por una real y mejor democracia, por una auténtica sustentabilidad anclada en la inclusión social y en la participación plena y amplia de los ciudadanos. Quizás sólo así seamos capaces de reencantar a las masas juveniles para que se inscriban como electores y para que rejuvenezcamos nuestros padrones electorales.

De no ocurrir así, no vaya a ser cosa que como en los cuadros de Escher nos encontremos con que aquellos que comenzaron siendo simples pececitos terminen transformados en lo que realmente son: tiburones, una vez que han llegado al poder, como lo muestra la historia reciente en otros países: Berlusconi, Aznar, Bush, Uribe.

Mi apuesta personal va por aquel candidato presidencial de nuestra coalición que entienda que tenemos que sumar hacia la izquierda, no sólo en razón de principios y valores compartidos que los hay, sino además porque de las crisis pasadas nuestro país salió con amplias alianzas progresistas, hoy llamadas coaliciones de centroizquierda. Y la crisis mundial que se avecina, por el derrumbe del capitalismo especulativo, y que afectará inevitablemente a nuestro país no la resolverán quienes han hecho su fortuna especulando.

1 comentario:

  1. Estoy, plenamente, de acuerdo con tu postura ideológica política, los males (avaricia, oportunismo, etc., de los politicastros que nos hunden más, en los problemas que nos agobian) se agravarán, si no hay propuestas novedosas para combatirlos, creo que en en el libro: En torno a la estructuración de la III vía latinoamericana o modelo político integral republicano solidario, está la respuesta a todo lo que nos hace daño, como países con políticastros espúreos y anti-patrióticos. Atte.

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